Se considera a la ética como la rama del conocimiento que estudia tanto las causas que producen el bien como aquellas que producen el mal, sugiriendo conductas que favorezcan el logro del primero y rechacen lo segundo. La bondad es como amor, afecto o principalmente solidaridad a los demás y sí mismo. Para uno demostrar bondad ayuda o da a lo que sea que lo necesite sea un animal, persona o hasta una planta (Tomado de Wikipedia, 2010).
También se puede decir que la ética tiene que ver con la moral, la virtud y el deber ser; pero además, está relacionada con todas aquellas acciones que nos acercan a la felicidad, en tanto dichas acciones no dañen a nadie. Así, ésta se refleja en cada ámbito de nuestra vida que contemple las relaciones interpersonales, ya que es mediante nuestras acciones, sean buenas o malas, que interactuamos con otros.
Para diferenciar las acciones buenas de las malas, habría que entender primero la diferencia entre el bien y el mal.
El bien es el valor que se da a una acción de un individuo, es una inclinación natural a fomentar lo deseable, motivado por una comprensión del entorno, de las personas (por ejemplo a través de un profundo ejercicio de la empatía) y/o de uno mismo. Un conjunto de buenas acciones (acciones bien ejecutadas) que propugnan lo bueno para el propio individuo (Tomado de Wikipedia, 2010).
Una vez que adoptamos un objetivo a lograr, lo “bueno” es todo aquello que favorece su logro, mientras que lo “malo” es todo lo que lo impide. Como el hombre busca la felicidad, el “bien” es lo que le permite llegar a ésta, mientras que el “mal” es lo que impide su logro. John Locke expresó: “Aquello que tiene la capacidad de producirnos placer es lo que llamamos un bien, y lo que tiene capacidad de producirnos dolor lo llamamos un mal” (Tomado de Wikipedia, 2010).
Sin embargo, existen acciones “malas” que nos producen placer o están encaminadas al logro de nuestras metas, y por tanto no pueden ser vistas como éticas. Dichas acciones u omisiones de éstas son las que prescinden de los derechos de los demás, perjudicándolos directa o indirectamente; queda claro que tales acciones u omisiones son más fáciles de cometer cuando se desconocen los derechos del otro. En este sentido, valdría la pena trabajar en un sistema basado en la empatía; es decir, bajo la filosofía de “no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran” porque “nuestros derechos terminan donde comienzan los de los demás”.
De esta manera, basados en lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros, sería más fácil presentar un comportamiento ético. No obstante, si bien es cierto que el ponerse en los zapatos de los demás facilita tal comportamiento ético en las actividades que realicemos, también es cierto que existen las diferencias individuales evidenciadas en las personalidades y éstas pueden estar conformadas predominantemente por rasgos que dificulten el desarrollo de la empatía; específicamente, personalidades psicopáticas o narcisísticas tienden a ser poco empáticas; además, la primera puede llegar a transgredir las normas sociales con el fin de alcanzar los objetivos propios y en el proceso, pasar por alto a todo aquel que esté involucrado.
Esto, aplicado al contexto laboral, permitiría considerar no sólo a los destinatarios de los servicios que ofrecemos si no también a nuestros colegas. El deber ser, los principios y la moral, es lo que hace que el trabajador sea íntegro, esforzándose por ser cada vez mejor, es por ello que la ética forma parte del ser profesional.
Un profesional es aquella persona que brinda sus servicios garantizando la calidad de éstos y desempeñándose de forma honesta, leal, considerada, responsable e íntegra. Además, esta persona puede poseer algún reconocimiento, ya sea institucional como universitario o técnico, o dada su experticia en cierto tema, disciplina o arte. Lo importante de aquí es el grado de preparación e integridad con la que el individuo sea capaz de desempeñarse.
Así, podemos presenciar la ética profesional desenvolverse en todo contexto laboral, mediante el producto de los esfuerzos individuales de cada trabajador y sus interacciones con los demás en pro de alcanzar aquellas metas que se tengan en común.
También se puede decir que la ética tiene que ver con la moral, la virtud y el deber ser; pero además, está relacionada con todas aquellas acciones que nos acercan a la felicidad, en tanto dichas acciones no dañen a nadie. Así, ésta se refleja en cada ámbito de nuestra vida que contemple las relaciones interpersonales, ya que es mediante nuestras acciones, sean buenas o malas, que interactuamos con otros.
Para diferenciar las acciones buenas de las malas, habría que entender primero la diferencia entre el bien y el mal.
El bien es el valor que se da a una acción de un individuo, es una inclinación natural a fomentar lo deseable, motivado por una comprensión del entorno, de las personas (por ejemplo a través de un profundo ejercicio de la empatía) y/o de uno mismo. Un conjunto de buenas acciones (acciones bien ejecutadas) que propugnan lo bueno para el propio individuo (Tomado de Wikipedia, 2010).
Una vez que adoptamos un objetivo a lograr, lo “bueno” es todo aquello que favorece su logro, mientras que lo “malo” es todo lo que lo impide. Como el hombre busca la felicidad, el “bien” es lo que le permite llegar a ésta, mientras que el “mal” es lo que impide su logro. John Locke expresó: “Aquello que tiene la capacidad de producirnos placer es lo que llamamos un bien, y lo que tiene capacidad de producirnos dolor lo llamamos un mal” (Tomado de Wikipedia, 2010).
Sin embargo, existen acciones “malas” que nos producen placer o están encaminadas al logro de nuestras metas, y por tanto no pueden ser vistas como éticas. Dichas acciones u omisiones de éstas son las que prescinden de los derechos de los demás, perjudicándolos directa o indirectamente; queda claro que tales acciones u omisiones son más fáciles de cometer cuando se desconocen los derechos del otro. En este sentido, valdría la pena trabajar en un sistema basado en la empatía; es decir, bajo la filosofía de “no hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran” porque “nuestros derechos terminan donde comienzan los de los demás”.
De esta manera, basados en lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros, sería más fácil presentar un comportamiento ético. No obstante, si bien es cierto que el ponerse en los zapatos de los demás facilita tal comportamiento ético en las actividades que realicemos, también es cierto que existen las diferencias individuales evidenciadas en las personalidades y éstas pueden estar conformadas predominantemente por rasgos que dificulten el desarrollo de la empatía; específicamente, personalidades psicopáticas o narcisísticas tienden a ser poco empáticas; además, la primera puede llegar a transgredir las normas sociales con el fin de alcanzar los objetivos propios y en el proceso, pasar por alto a todo aquel que esté involucrado.
Esto, aplicado al contexto laboral, permitiría considerar no sólo a los destinatarios de los servicios que ofrecemos si no también a nuestros colegas. El deber ser, los principios y la moral, es lo que hace que el trabajador sea íntegro, esforzándose por ser cada vez mejor, es por ello que la ética forma parte del ser profesional.
Un profesional es aquella persona que brinda sus servicios garantizando la calidad de éstos y desempeñándose de forma honesta, leal, considerada, responsable e íntegra. Además, esta persona puede poseer algún reconocimiento, ya sea institucional como universitario o técnico, o dada su experticia en cierto tema, disciplina o arte. Lo importante de aquí es el grado de preparación e integridad con la que el individuo sea capaz de desempeñarse.
Así, podemos presenciar la ética profesional desenvolverse en todo contexto laboral, mediante el producto de los esfuerzos individuales de cada trabajador y sus interacciones con los demás en pro de alcanzar aquellas metas que se tengan en común.
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